JODIDOS, PERO CONTENTOS

JODIDOS, PERO CONTENTOS

Vicios del Servicio es una hilarante crónica de actualidad donde unos personajes con una estrafalaria vida privada se ven afectados por la crisis económica. Una entretenida historia sobre la corrupción de nuestra sociedad, la solidaridad, las relaciones de pareja y la búsqueda de la felicidad. Porque, en palabras de una de las protagonistas de la novela:" Nadie es tan desgraciado como para no querer ser feliz." En definitiva, se trata de una forma divertida de abordar la devastadora coyuntura por la que atravesamos. Como diría otro personaje de la obra: "Estamos jodidos, pero contentos".

miércoles, 27 de diciembre de 2017

NO LO VEO

     

-No lo veo, cariño –Climent habla a su mujer mientras niega con la cabeza. La pareja está sentada en el sofá del comedor mientras la televisión escupe ininterrumpidamente  anuncios de perfumes en todas las emisoras.
     -Pues es bien fácil, ¡che! Solo tienes que coger un papelito y ya está. Como cuando trabajábamos en la oficina.
     -Pero allí había más.
     -El sistema es el mismo, mi vida –dice Remedios mientras baja el volumen de la tele con el mando a distancia- Es un sorteo como el de navidad, aunque con menos números
     -No lo veo.
     -Sí, hombre. Es igual, pero diferente
     -No puede ser a la vez igual y diferente. Es como si me dices que el rey Melchor es igual que el rey Baltasar.-razona Climent después de levantarse y coger del belén las dos figuritas mencionadas que han montado sobre la mesia auxiliar del comedor y mostrárselas a su mujer.
     -Visto así, no. Pero si te digo que Gaspar es igual que Melchor, pero diferente que Baltasar, ¿entonces qué? –repone ella tras hacerse con el rey restante del nacimiento y entregársela a su marido.
     -Claro, claro. Se parecen más porque los dos son blancos. Pero no lo veo.
     -Vale. Y si te digo que Papá Noel es el mismo que Santa Claus - dice Remedios después de descolgar dos figuras del santo con su trineo y sus renos del árbol de navidad situado junto al ventanal y llevarlos hasta su marido-. Es el mismo santo, pero a la vez diferente porque no se llama igual.
     -¡Ostras! Ya lo veo. Es como dos hermanos gemelos. Los mismos apellidos y el mismo careto, pero nombre diferente.
      -Eso es. Son dos sorteos gemelos.
      -Ahora sí lo veo. ¿Y por qué quieres que lo hagamos, cariño?
      -Porque es muy divertido, ¡leches! ¿Te acuerdas cuando lo hacíamos en la oficina?
¿El año de los calzoncillos con cremallera en el culo para el Dieguito…?
     -¿Y el balón de fútbol de Paco el cojo…? ¡Qué cachondeo! –dice Climent con una amplia sonrisa.
     -Además, al comprar un regalo se estimula la economía –añade ella.
     -Eso sí que no lo veo. Si gasto más, tengo menos dinero y mi economía se deprime. Es lo que les pasa a los pobres, que están siempre deprimidos porque no tienen dinero.
    -Si todos compramos más, se venden más productos y hacen falta más trabajadores en las fábricas y contratan a más gente en las tiendas para la campaña de Navidad y las empresas pagan más impuestos y se crea más riqueza. Lo dicen en todos telediarios, hombre.
     -Pero si los regalos los traen de china ya no creamos empleo aquí y lo único que hacemos es gastar. Si cagas mucha mierda y no comes, no te puedes engordar. ¿O No te acuerdas de cómo me quedé cuando me intoxiqué con la mayonesa y me iba por las patas abajo?
    -No seas malhablao, Climent.
    -Perdona, cariño. Que si haces mucha caca y comes poco, adelgazas fijo –dice él mientras recorre con las dos manos su barriga una y otra vez-. ¿Y si nos gastamos el dinero en regalos y luego no podemos pagar el alquiler?
    -Para eso está la paga extra, para los gastos extra –dice ella.
    -Pero ya tenemos  bastantes gastos extra con los regalos de Navidad y los Reyes Magos.
    -Es la forma de crear riqueza. Ya te lo he explicao, ¡che!. El dinero tiene que circular.
    -Vale. Que circule, pero vamos a poner un límite de gasto y así podremos pagar el alquiler. ¿Qué te parece tres euros?
    -No seas rata, hombre. Que sean cuatro. Al fin y al cabo es una vez al año. Un día es un día.
    -Eso es una rebugnancia. Has dicho lo mismo dos veces –explica Climent.
    -Pero es verdá, ¡che! Porque un día no es una semana. Pero sí un día. Aunque a veces el día se te hace muy largo y parece una semana
    -Claro, claro. O muy corto y te parece una hora.
    -Entonces, ¿qué es un día? –pregunta Remedios.
    -Veinticuatro horas.
    -Y un año? Porque has dicho una vez al año y los años pueden ser diferentes según el planeta. Lo vi una vez en un documental. Un año en Venus dura menos que un día.
    -Pero estamos en la tierra, mujer.
    -Entonces dilo: una vez al año en la tierra.
    -Vale. Una vez al año en la tierra. Un día son veinticuatro horas –concluye Climent.
    -Y el límite son cuatro euros. Cuatro euros en la tierra.
    -Y para hacerlo bien, ¿no tendríamos que hacerlo con la luz apagada? Como cuando hacemos lo que tú ya sabes –Dice el marido mientras sus mejillas adquieren el color del traje de Papá Noel y Santa Claus.
    -Entonces, además de divertido sería romántico –responde la mujer cogiendo las manos de Climent entre las suyas.
    -Claro, pero entonces no acertaríamos a coger el papelito ni podríamos leerlo luego. No lo veo
    -De eso se trata, hombre. De que no lo veas. Por eso se llama invisible.
    -Ahora lo veo. Tiene que ser invisible pero con luz. Como la electricidá.
    -Y acuérdate de que hay que guardar el secreto para que tu amigo no te descubra.
    -Pero se podrán dar pistas falsas para engañar –propone él.
    -Siempre que no te descubran… Si das pistas para despistar, sí –acepta la mujer.
    -Eso no lo veo. Si das algo, no puedes quitárselo a la vez y el “des” significa quitar. Si das armas a un soldao no lo estas des-armando, lo estás armando. Entonces si das pistas a alguien, no lo estás despistando sino que lo estás pistando.
   -Pero si las pistas son falsas, entonces lo estas falseando –deduce ella.
   -Ah, vale. Ya lo veo.
   -Se pueden dar pistas y falsear, pero no se puede decir lo que te ha salido en el sorteo hasta el día de los regalos.
   -Claro, claro. Si no perdería toda la gracia.

   El hombre apaga el televisor. Remedios dobla cuidadosamente dos papelitos con un nombre escrito que tenía preparados sobre la mesa del comedor hasta dejarlos de igual tamaño. Después los introduce en una bolsita de plástico del Mediamarkt y se la presenta a su esposo. Climent mete en la bolsa los dedos pulgar e índice de su mano derecha y coge uno de los dos papeles. La mujer se hace con el papelito restante. El hombre se vuelve para que ella no vea su reacción al leer el papel y no pueda adivinar quién es su amigo invisible. Remedios despliega el otro papelito y sonríe al leerlo: “Climent”. 


FELICES FIESTAS, AMIGOS.

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