-Climent, enciende el aire acondicionado
-ordena Remedios desde la puerta de la cocina ataviada solo con un delantal
fucsia encima de su ropa interior propia de una profesional del sexo-. Hace
mucha calor.
-Ya voy -responde el marido que está
sentado en el sofá frente a la pantalla del televisor jugando con la Play
Station-. Pero se dice el calor, en masculino. Espabilada.
-También se puede decir la calor, listo.
Que yo lo he oído en la tele.
-¡Ostras! Pues se podrá decir de las dos
maneras
-O sea, que es una palabra bisexual, como
la Veneno.
-Claro, claro.
-Entonces debería llamarse lo calor,
¡leches!
-Claro, claro. pero lo calor es individual
y cada uno tiene lo suyo -vuelve a la carga el hombre-. Y tú te estás asando
pero yo ahora casi no tengo calor -añade mientras se seca el sudor de la frente
con la camiseta del Barça después de ponerse en pie-. Cada uno tiene lo suyo.
Es como el culo, todo el mundo tiene el suyo.
-Pero ahora ninguno de los dos tenemos
calor, ¡che! Así que es general.
-Lo calor es personal porque cuando unos
se queman y otros se congelan en el mismo sitio. Fíjate en los guiris cuando
vienen a Barcelona en invierno, van con sandalias en pantalones cortos y camiseta
y nosotros con botas y tapaos con
jersey y abrigo gordo.
-Chiquet,
eso es porque están acostumbraos. En
su país hace mucho frío y cuando vienen aquí tienen calor.
-¡Ostras!, eso depende. Porque ¿quién pasa más
calor un camellero desnudo en el desierto o un esquimal con muchas pieles de
foca en su casa con calefacción? -pregunta Climent a la vez que se recoloca los
genitales en el bañador paquetero.
-Para eso está la temperatura, ¡leches! Da
igual dónde la midas. Si estás en un sitio a cien grados, hace mucho calor y si
estás a cero grados, no hace calor.
-A cero grados es una temperatura neutra: no
hace ni frío ni calor…
-Pero aquí tenemos más de cero grados,
¡che! Así que hace calor.
-Claro, claro. Aunque dicen que ahora hace
más calor que antes.
-Eso es por el cambio climático.
-Lo están diciendo a todas horas en los
telediarios, como si fuera algo nuevo. Pero toda la vida ha cambiao el clima.
-Claro, claro. En invierno no hace el
mismo clima que en verano.
-Eso lo saben hasta los niños, ¡leches!
-¡Ostras! Y luego nosotros somos los tontos…
Dicen que el clima cambia por el efecto invernadero. Pero en tiempos de los
romanos no había invernaderos y también hacía más frío en enero que en agosto
que yo lo he visto en los documentales del Discovery max.
-El caso es que ahora estamos pasando una
ola de calor, lo dicen todas las teles. Y aquí no hay quien aguante, así que
pon el aire.
-¡Ostras! Pero si es una ola, solo
tendrían que tener calor en el mar porque en tierra no hay olas -observa él-.
Como mucho pasarían calor los que fuesen a la playa.
-Eso es verdá. En la playa se pasa mucho calor si te pones al sol.
-Y si no te bañas…
-Pero, si te mojan las olas, ya no pasas
calor, ¡leches! -dice Remedios-. Así que ola de calor está mal dicho.
-Claro, claro. Lo tendrían que llamar caloría,
como lo de las comidas.
-O Carolina,
como la vecina del tercero. Pero enciende el aire. Y antes cierra la ventana,
que se escapa el frío -dice ella dándose aire en la cara con la palma de la
mano a modo de abanico.
-El frío no existe, Remedios. Solo es
falta de calor. Así que por la ventana entra lo calor.
-¡Che! ¿Y si lo que no existe es lo calor?
Si es solo la falta de frío.
-Claro, claro. Es la misma cosa.
-¡Leches! pues debería llamarse
calor-frío. O frío-calor.
-¡Ostras! Entonces, si te digo que tengo
poco calor-frío es lo mismo que mucho frío-calor -concluye el hombre mientras
cierra la ventana del salón comedor.
-Exacto,
chiquet. Así que pon el aire que estoy achicharrada de calor-frío -dice Remedios antes de dar media vuelta y regresar al interior de la cocina.
Climent pone en funcionamiento el aire acondicionado tras colocarse frente al aparato. Y, antes
de que la brisa fresca golpee su rostro, oye el grito emitido por Remedios al comprobar que las croquetas se
le han quemado por la acción de lo frío-calor del aceite de la sartén que tenía
en el fuego.